lunes, octubre 02, 2006

Hubo en el mes de septiembre una entrega de textos del EZLN: “Los zapatistas y la Otra: los peatones de la historia”.

En torno a estos textos quiero expresar algunas reflexiones.

En la introducción se enuncia que este documento está dirigido a los adherentes “y, claro, a quienes pudieran simpatizar con nuestro movimiento”, en la Introducción de esta serie de textos se delimita ya, de principio, el auditorio al que está dirigido. Esta definición promueve caer en la tentación de explicarse, obliga a definirse frente a él y ante el EZLN.

Simpatizo con el movimiento, pero este texto me obliga a una primera definición: no soy adherente a la Otra. No sólo simpatizo y he simpatizado con el movimiento: soy parte de él desde hace ya muchos años. Mi kilometraje marca más recorrido con la lucha zapatista que cualquiera otra iniciativa política. Pero no soy adherente. (Creo que esta falta de formal adherencia tiene que ver con el espíritu libertario que me obliga a declinar inscribirme a cualquiera club, partido, asociación que pueda tener gente como yo entre sus filas.) Mi decisión de no inscribirme se debe, estoy seguro, a que hace unos años participé con gran entusiasmo en una propuesta organizativa de integración del zapatismo civil (el Frente Zapatista) sólo para decepcionarme por el modo en que se designó, sin consulta alguna, una autoridad y una estructura que fuera adecuada con el Comité Central. Cabe aclarar que fue esta experiencia la que me permitió asistir a la CND en el DF (la que designó la figura de Presidente y a los equipos de trabajo con el mismo mecanismo de acuerdo restringido) con el escepticismo necesario para evitar el desánimo. Aparente paradoja: no soy adherente, marco mi distancia como un mecanismo para seguir luchando a lado del zapatismo sin tener que llegar al lugar donde mi deslinde fuera indispensable u obligado.

Dirigido a aquellos que “pudieran simpatizar con nuestro movimiento”, este documento en cinco partes inicia ya con un desmarque. Y quizá esta sea la característica fundamental de esta nueva etapa del zapatismo. El desmarque es también la característica que me parece es necesario enfrentar.

Nos equivocamos, dice el documento. Y admiten que se perdió la apuesta por aprobar leyes que dieran forma a los Acuerdos de San Andrés. Apostar a la clase política (cosa que no hizo el EZLN ni el movimiento indígena ) fue un error, dice, pero me parece que la movilización en torno a los Acuerdos de San Andrés no lo fue. ¿Recorrieron el país viendo sólo hacia arriba? ¿Qué sentido tenían los mítines y el trabajo político de convencimiento sobre la pertinencia de los Acuerdos de San Andrés? ¿Se olvida esa experiencia? Con el ojo puesto arriba, el texto llega a la conclusión de que no es arriba donde había que ver.

Nos equivocamos, revira el documento al exponer que, según sus cálculos, AMLO llegaría a la presidencia. Se equivocan hoy, al igual que ayer, al pensar que el enemigo principal es AMLO, la Convención Nacional de la Ciudad de México. Por más que haya una pugna por la legitimidad abierta entre Marcos y AMLO, el conflicto no es por liderazgos. Si asumimos que la verdadera lucha política es por membretes y en pos de liderear una multitud ya harta de injusticias, estamos profundamente equivocados. Es esta precisa y reducida mentalidad política lo que ha llevado a consolidar un frente unitario en la derecha y un cúmulo de escisiones en la izquierda. Si bien AMLO no es lo mismo que Marcos y el proyecto del EZLN no es el mismo que el de el PRD, es necesario entender las razones que llevan a la gente a participar en las diferentes protestas y reivindicaciones que cada uno de ellos encabeza. Una primera parte de este análisis debiera entender que ha sido la acción cotidiana de la resistencia y de la lucha lo que ha generado el respeto que se tiene al EZLN y la legitimidad política que a niveles nacionales se había logrado. Es necesario advertir que un vocero sectario puede descarrilar esta legitimidad y respeto al insistir en ver arriba y exigir el deslinde con el arriba que es; al no mirar abajo, a la gente que se moviliza y organiza para distintas cosas y con distintos modos.

Mirando arriba, podemos entender que una crítica como la recién enunciada se pueda enturbiar, pues sin duda los ritmos y potencialidades del EZLN se obscurecen cuando entramos en el lugar de los reflectores. Sin duda, resulta emputante ver a los intelectuales vendiendo sus ideas al pragmatismo coyuntural: primero el voto útil, después AMLO y la transformación que, supuestamente, él emprendería. Resulta indignante el modo en que se descalifican todas las ideas que no embonan con su mundo. Pero sinceramente creo que entrar al mundo de las descalificaciones no ayuda en nada. El miedo que mostró la Otra por el apoyo que la candidatura (no puedo decir proyecto) de AMLO fue escalofriante. ¿Por qué hacer ese deslinde una y otra vez? ¿Por qué sólo juntarse con los que asumían sin chistar su decisión de no votar? ¿Por qué si la Otra no tenía candidato, si no tenía interés en participar en las elecciones, descalificar insistentemente a AMLO?

Dice el texto: “4.- El ‘costo’ de ser consecuente.- Cada conclusión que hacíamos en el análisis interno nos llevaba a una definición, y ésta a una nueva conclusión. Según nuestro modo, no podíamos llamar a la gente a una iniciativa sin decirle claramente lo que pensábamos y a dónde queríamos ir. Si valorábamos que con la clase política nada, que nada arriba, debíamos decirlo. Debíamos hacer una crítica frontal y radical de TODA la clase política, ya sin diferenciar (como diferenciábamos antes a Cárdenas del PRD), dando nuestros argumentos y razones. Es decir, avisarle a la gente lo que se había roto." (Primera parte, p. 4).
Yo, en lo personal, no tengo idea por qué se hacía esta distinción entre Cárdenas y el PRD. Para mí son y han sido la misma basura. (Ojo, que no hablo de todos los perredistas, sino de la dinámica general del Partido.) Pero independientemente de eso, el problema no está en distinguir sino en valorar de distinta forma, en atacar o proteger a ciertos políticos y partidos frente a otros. El problema no está en la distinción sino en las apuestas políticas. Me parece que es necesario, casi indispensable distinguir, como lo hizo el EZLN y lo sigue haciendo, entre los distintos partidos. Si bien todos son dignos de gran desconfianza, no son lo mismo. En la distinción, elemento fundamental del análisis, está la posibilidad de la comprensión. Y es la comprensión de la distancia entre ética y política lo que ha presentado el EZLN antes que nadie. También en eso radica su legitimidad política.

Asumiendo los riesgos de sus decisiones políticas, el documento expresa las acciones tomadas y no deja de deslizar que llaman a la “alerta roja” en “prevención frente a una acción militar enemiga… alentada por los ataques mediáticos de la intelectualidad progresista que, desencantada de que no la acompañáramos en sus loas a AMLO –y de que no nos quedáramos callados-, nos atacaba ya sin miramiento alguno.” (Segunda parte, p. 1)

El problema del texto de Marcos no es el riesgo que sus críticas puedan desatar, o el deslinde que pudiéramos hacer los lectores no adherentes. El problema no es la crítica, sino el modo en que esta se presenta la argumentación. Si el EZLN (¿o debo decir Marcos?) pensó distanciarse de la clase política por el engaño y tración acostumbrada en esas esferas, ¿por qué establecer un vínculo tan estrecho, ardido y cargado de reclamos, entre el PRD y la población que, según su propia conciencia y estrategias política, por ellos vota? Olvidar la doble militancia, la posibilidad de los varios frentes es olvidar la experiencia propia de las bases de apoyo zapatistas.

¿La distancia era con la clase política o con todos aquellos que asumían, aunque con distancia y como uno más de los instrumentos de lucha, la posibilidad de enfrentar al Neoliberalismo con gestos electorales (apoyando un candidato presidencial o con apenas un voto)? El enfrentamiento no era sólo con la clase política, abarcó y abarca a comunidades y organizaciones que mostraron un interés en que AMLO llegara al poder. ¿Incluye a todos los que votaron? Esas comunidades, como yo, no oponen a AMLO con el EZLN. Verlo de este modo es convertir, automática y acríticamente, al EZLN en un actor político comparable con el PRD. Sigo pensando que no son comparables.

“La crítica y la distancia frente a AMLO, a quien consideraban y consideran su alternativa para arriba, sería considerada una crítica a ell@s. Ergo, no sólo dejarían de apoyarnos, también pasarían a atacarnos. Así ocurrió.” (Primera parte, p. 4) A mí que no me incluyan. Reitero mi argumento inicial. Yo no soy la clase política, no traicioné a nadie. Defender, por ejemplo, la causa del voto por voto era defender lo que desde el 88 para acá ha construido la sociedad mexicana en cuanto opción política electoral. Hoy esa opción ha dado de sí. AMLO era una opción para arriba, porque todavía hoy el arriba existe y no se puede negar de un plumazo. Aunque se tenga la decisión de confrontarlo y "voltear al país de cabeza", el arriba sigue siendo referencia de lo que no queremos ser. No me metas en el mismo saco, no me incluyas como tu enemigo (y al tiempo que digo esto un coro de voces aparece diciendo lo mismo por distintos medios, ¿o a poco no los has escuchado?)

“Entre los “triunfos” de quienes, desde la academia, las ciencias, las artes, la cultura y la información, apoyan incondicional y acríticamente a López Obrador (y hacen ostentación de intolerancia y despotismo… aún sin tener el gobierno) está uno que ha pasado desapercibido: lograron lo que no pudo el dinero, las presiones y las amenazas, es decir, cerrar los pocos espacios públicos que daban lugar a la palabra del EZLN. Primero mintieron, luego tergiversaron y calumniaron, después arrinconaron y, por último, eliminaron nuestra palabra. Ahora tienen el campo libre para hacerse eco estridente (previa edición) de lo que dice y contradice AMLO, sin que nada ni nadie les haga sombra.”

Si bien el desarrollo es lamentable, por sus implicaciones, la conclusión de este apartado no se encuentra errada. Este texto presenta apenas el modo en que la crispación alcanza a todos los actores políticos. Urge, me parece, una nueva perspectiva y una nueva forma de pensar la política, para lo cual, este texto del EZLN no ayuda mucho.

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