lunes, noviembre 27, 2006

El color de los Mapaches

Los Mapaches gustan del color blanco. La metáfora del vacío. Del hueco que pretende ser llenado a fuerza de imitación de todo lo que viene de fuera, como si huyera la oquedad del espanto de mirarse a sí misma. Los Mapaches. Son producto posmoderno de ancestros aún vivos, los Caciques, de poderosos tejidos de miedo y corrupción, consolidados durante la hegemonía priista. Son las élites rancias, sus compadres y reflejos lumpen. De los tiempos de la Colonia hasta el día tecnocrático de hoy, los Caciques y los Mapaches han tenido, en la emulación bovina de lo ajeno, en la repelencia a lo auténtico, su método favorito de dominación: esquizofrenia de imitar aquello que nos niega. 1 [1 Cierto, los hubo antes, en Mesoamérica, pero aquí me refiero específicamente a las redes modernas desde la Conquista de poder local y regional de corte autoritario, reorganizadas en la posrevolución.]


Jamás han reconocido la singularidad de la gente y su vida en esta tierra. Se han empeñado en imponer el modelo social, político, económico y etcétera, traído de Occidente. Nomás porque viene de allá. Una vocación plagiaria ha definido a los sectores mimados de nuestro país. La Nueva España, Los Estados Unidos Mexicanos: en el nombre la consigna. Larga lista de imposiciones: Democracia representativa, Individualismo, Liberalismo, Iglesia, Progreso, Escuela, Desarrollo, el Amor como mercancía, en fin, Capitalismo. Los Capos de los Caciques, patrones de los Mapaches, nos asignan un modo de vivir imposible para la mayoría de las personas y de los pueblos. Talante de mapache fundado en un supuesto vacío, que copia modelos impropios de vida, pues se niega a mirar lo que realmente hay aquí, lo que somos, lo que florece, y lo que ellos, los Funestos, nos han ocasionado.


Los Mapaches se tapan los ojos y el corazón. Para no darse cuenta de los agravios y el gas que los Señores del Helicóptero nos han disparado a través de los siglos. Al color de nuestras lágrimas y sangre. El mapache copia, el pueblo inventa. Imitación contra invención. Podredumbre versus dignidad. El Mapache obedece, el pueblo se rebela.


En Oaxaca, los Mapaches son grises. Porque gris es el color de la mediocridad. El tono del cuatrero pávido. Y ante la total falta de imaginación, ellos, los Mapaches, calcan sin recato los modos de lucha de sus adversarios: los Mugrosos, los mal nacidos, los falsos oaxaqueños, los extranjeros, en fin, el siempre negado Pueblo. Los Mapaches copian mal y nomás lo de encimita. Hacen daño. No entienden porque no pueden ver más allá. Retoman las innovaciones del pueblo pero custodian la ética del crimen. Y con su burda imitación de la lucha al estilo APPO, buscan hacer de la defensa de la soberanía un reality show, donde el chovinismo deje totalmente desvirtuado al movimiento popular. Lo grave es que las reproducciones de los Mapaches están cargadas del odio desesperado de Ulises Ruiz y de los Caciques que aún lo sostienen. Por ello, la piratería del Mapache nos lleva a todos al despeñadero. Ellos mimetizan el gris. Y con la cabeza loca de Ulises a la cabeza, quieren ponernos a pelear, a enfrentarnos entre Nosotros en una guerra fraticida.


Nosotros, el Pueblo, la fuente primera y última del poder político. Ahí está la historia, para comenzar la discusión. Véase por ejemplo artículo reciente del filósofo Enrique Dussel:

La instancia última es la voluntad del pueblo y no una elección (una

persona) o una institución (creada para el servicio del mismo pueblo).

Esa voluntad, cuando tiene convicción subjetiva de haber

podido decidir algo con participación igualitaria, otorga legitimidad a

la institución y al elegido para ejercer delegadamente la función

acordada... Pero ese mismo pueblo, sufriendo injusticias

económicas y humillaciones políticas de tantas instituciones o de

un gobernante electo, ese mismo pueblo tiene todo el derecho de

recordar, a los que ejercen delegadamente el poder en las instituciones,

quién es la última instancia del poder, y de gritar: "¡Que se vayan todos!"2

[2 Dussel, E., "Estado de derecho, de excepción, de rebelión" en La Jornada, 6 nov. 2006, p. 28]


Y de gritar ¡Ya cayó!, y ¡Lo quiera o no lo quiera Ulises ya está fuera! Y de mirar hacia dentro, a la entraña del Pueblo y redescubrir, que si algún espíritu tiene, éste es comunal y se expresa en la oralidad y el trabajo, en la organización y el conflicto, en el consenso. Mirar en los pueblos indígenas y en las barricadas, más allá de los excesos imperdonables, una realización cultural y política: la comunalidad. El mundo de al menos 412 municipios oaxaqueños, el modo de vida y la razón de ser de los pueblos de Oaxaca, como lo expresa incluso la Ley estatal de educación. Gira la espiral: Territorio/ Autoridad/ Trabajo/ Fiesta comunales.


Los Mapaches desprecian el don comunal. Para ellos, el resplandor del Orden y el Progreso de las tanquetas, la quimera del Tener sin Ser, la comodidad autista, el exceso como única posibilidad. Los Mapaches tan sólo miran el interior de su burbuja y vigilan los contornos. Cualquier cambio lo consideran peligro. Únicamente, individualismo. Existencia de consumo. Y su ego brilla como el estallar de soles en un set de televisión. Su burbuja mantiene al Mapache inmune a la realidad. Ente aislado, atomizado, impermeable, el Mapache, incapaz de comunión con los otros y el mundo. Insensible, como la muela extirpada que los abuelos conservan en un frasco, el Mapache resulta insolvente a la hora de experimentar compasión o humildad frente al dolor del Otro.


Los Mapaches reconocen tácitamente su vacío, la falta de sustento, y dejan que sea el Pueblo oaxaqueño en su lucha quien dicte las formas, los tiempos y los fondos. Que sea el Movimiento popular quien ponga las reglas. Ellos, los mapaches, se limitan a reproducir con virulencia los instrumentos, los métodos, los símbolos y la frescura de quienes decimos Ya estuvo bueno, basta de payasadas. Ellos clonan las maneras de luchar de los insurrectos y atacan al pueblo con falsificaciones ridículas y perversas.


Los Blancos más Grises imitaron las marchas como expresión de la fuerza en la organización popular, y llamaron también "megamarcha" a su primer gran desfile de acarreados. En su remedo de concentración y marcha reciente, los mapaches fueron más cautos y ya no usaron el "mega", pero sí hablaron de cientos de miles de verdaderos oaxaqueños, que marchaban, y, desde la profundidad de su convicción, apoyaban a Ulises Ruiz y a las fuerzas de ocupación en Oaxaca. Claro, a los trabajadores de las dependencias gubernamentales les invitaron: iban o los corrían. Y el hambre es cosa terrible: siempre viene bien una torta y unos cuantos pesos, una playera, una gorra. La lumpenización trasversal de la sociedad llevada a cabo por el Estado y el Mercado, donde se incluye a los medios comerciales de información, crea la tierra fértil para mantener viejos y nuevos corporativismos. Para levantar en la ignorancia la catedral de los prejuicios.


En el montaje iban los policías municipales y ministeriales vestidos de civil. Los paramilitares, también. Los sicarios. Marchó una delegación de Gente bonita que no quiere perder sus privilegios, y of course, de la clase media, asustadiza y llena de aspiraciones, afectada seriamente por el efecto lumpen. El esclavo alienado cree ser amo y se conduce como tal frente a sus hermanos aplastados. Y los menos, gente honesta que no tiene más opción para manifestarse, porque si bien no apoyan a Ulises, tampoco adoran a la APPO. El álgebra de los malestares.


Los Mapaches clonan y desvirtúan el discurso popular: Ellos se dicen Nosotros. Se dicen "Humillados, lastimados" y exigen "la Libertad", la "Paz". Dicen Estado de Derecho cuando quieren decir Desigualdad y Muerte. Los verdugos se dicen víctimas. Se autoproclaman la Sociedad oaxaqueña, los Verdaderos, los Ciudadanos, los Bien Nacidos. Desde sus residencias en San Felipe, desde el spa, se llaman a sí mismos Pueblo. Con maestría explotan la relación entre medios y miedos. Hacen de la mentira narrativa un arte de la evasión frente a la evidencia de lo real.


"Sus" consignas exponen la triste pobreza de la guerra sucia. Gritan: "El que no brinque es APPO, sapo"; luego, ya encarrerados: "Ulises, aguanta, el pueblo se levanta"; y una vez instalados en el delirio: "Si Juárez viviera la APPO no existiera"; para rematar y morir de risa: "Ya quedó, ya quedó"... Negados para lo auténtico. ¿Y cómo podrían inventar consignas si no hay corazón en la pastoreada, en la caricatura de una lucha? Resumiendo hasta el absurdo una compleja historia: En el principio era Radio Plantón, después Radio Universidad, luego Radio Cacerola y Canal 9. Y de ahí, de una radio y televisión tomadas por la APPO y acalladas a balazos, una respuesta tipo radio gremlin: doce estaciones tomadas simultáneamente, el cuadrante de Oaxaca copado por las voces del movimiento popular. Al final quedó solamente Radio Universidad. Las radios comerciales se aliaron abiertamente con Ulises y se salieron del aire durante semanas para dejarle todo el espacio radiofónico al engendro hertziano del ex gobernador: Radio Ciudadana. ebautizada en la APPO como Radio Mapache. ¿Los Ciudadanos enfrentados contra el Pueblo? La polarización exacerbada de manera insensata, la gasolina, el fuego. Radio Ciudadana, qué horror. En el cuadrilátero de la oralidad mediada, Radio Patito contra Radio Universidad. Urdieron Radio Mapache. Copiando el modelito de la radio popular generado desde mediados de año, sobre todo los errores y excesos más lamentables del inicio en este proceso, cuando imperaban la delación y el insulto. Si bien la radio comercial siempre estuvo en favor de Ulises y le entró con enjundia al desprestigio y ataque contra el movimiento popular, esto no fue suficiente, no señor: los consorcios radiofónicos vendieron su silencio y le dejaron la cancha a Ulises, con cargo al erario. Ya ven que estas empresas exigieron su pago a la secretaría de Gobernación, incluyendo el tiempo que estuvieron sin trasmitir aun estando las fuerzas federales de ocupación en Oaxaca, donde ya no habría motivos para seguir fuera del aire, cubriendo con ese indigno, mezquino silencio, la invitación al odio basada en una vomitiva réplica de radio. Había que llevar las cosas al filo del precipicio, hasta el punto de enfrentar al pueblo contra el pueblo, como única vía para salvar lo insalvable, lo irreversible.


De locura: aparece una Radio Ciudadana. Así. De pronto. Otra radio pirata, pero de ciudadanos sin más. A través de su frecuencia habla Ulises con diferentes voces y dice que no es él, que él es otro. Y se alaba y brinca y es feliz.El ex gobernador y su pandilla. Aunque el número telefónico que daban para que la gente llamara a esta radio era falso, desde el primer día de trasmisiones las llamadas al aire de supuestos ciudadanos libres, que intoxicaban contra el magisterio y la APPO, no pararon de sonar. ¿Cómo pudieron llamar esos ciudadanos libres a la estación si el teléfono que dieron estaba equivocado? Son dos o tres locutores, uno de ellos o ellas, lee su guión desde el teléfono. Una especie de corresponsal de la infamia (Suena el cambio de hojas de papel) Sus libretos dicen que digan ser una radio ciudadana, la de los verdaderos oaxaqueños (Un rosario de anuncios comerciales de corte político, un sátrapa como chuchuluco, para los adictos al enervante llamado Ulises) Los guionistas están bien informados. Rabiosos contra la gente mugrosa, escriben guiones siempre al día, definen las palabras mágicas, las líneas del día, con las debidas repetición de lugares comunes que el caso amerita. Contra esos poquitos mal nacidos foráneos, que no quieren entender lo lindo del ex gobernador. Contra la insignificante APPO, la maldita. El asesinato del ya famoso periodista norteamericano en Santa Lucía, por cortesía de los caciques priistas que se niegan a irse y cobran su necedad con sangre, les cayó como del cielo a los de Radio Mapache: la campaña de xenofobia podía empezar formalmente. Los Mapaches se juegan el todo por el todo y tiran a matar.


Lo curioso es que nadie diga nada, fuera de los canales obvios, sobre Radio Mapache. En los medios comerciales sus opinólogos dan cátedra sobre las violaciones a la autonomía universitaria por parte de grupos extrañísimos ligados a la APPO, que mantienen secuestrada a la UABJO. Hablan de las averías que reportan los dueños de las radios tomadas anteriormente por el movimiento. Criminalizan la protesta, escalan su discurso y sus montajes al nivel de "Terrorismo", anticipando la forma con que Felipe Calderón piensa legitimarse: repetir con pose de visionario, al fin Mapache, el discurso obsceno de la guerra contra el terrorismo, y justificar un presupuesto para persecución, encarcelamiento y asesinato de los disidentes. De antemano pide comprensión para la muerte que ofrece. Su quinazo, su 11 de septiembre.

Para la historia patria: el aprendiz de dictador imita la estrategia de lucha del orate gringo que perdió la guerra y se va y no sabe cómo irse. Y nos cuentan los medios día con día los avances en la investigación del asesinato de un fulano, donde está involucrado un BMW. De un tal robo del siglo, donde sisaron a los ricos. Los alpinistas perdidos en el Himalaya, en una montaña desconocida hasta entonces por la gran mayoría de los mexicanos. Puras noticias Vip. Atrás quedó el distractor populachero al estilo La Academia de los olvidables e intostados náufragos que no lo fueron. Pero nada dicen, salvo alguna perdida alusión, de Radio Mapache, un veneno letal e impune de Ulises contra Oaxaca. Nada dicen del bloqueo de la señal de Radio Universidad, a la que le ponen música celta encima; ni del hostigamiento y los balazos y desaparecidos y detenidos y torturados, por parte de la gavilla de Ya saben quién. Cuando volvió al aire la QuéBuena, muchos nos entusiasmamos. ¡Dios, cómo estarán tus hijos que se alegran del regreso de una estación del grupo Televisa!

Soberano significa, según la etimología, superior. La superioridad la expresa quien pone las reglas que los demás siguen. No sólo los Mapaches calcan con torpeza las estrategias populares de lucha. Ahora, hasta las fuerzas federales de ocupación reproducen las armas de combate marca APPO: los elementos de la PFP levantan barricadas con alambre de púas en el zócalo y usan los cachivaches que la APPO les dejó. Incluso un contenedor de basura cubre a los que vinieron a limpiar. Agreden a la gente inconforme lanzándoles canicas con resorteras. Y cuando la sexta megamarcha, los de las fuerzas de ocupación hicieron acopio de piedras en sus barricadas, para tener listos los montones, por si se les hacía la revancha contra el pueblo oaxaqueño.


Uno podría reírse si esto no fuera tan grave. Y cómo contenerse cuando vemos a los grises policía militar federal, totalmente equipada como robocops, disparando gas pimienta, lacrimógeno y agua mezclada con químicos, apoyados por helicópteros y tanquetas, y por toda la tecnología contrainsurgente del Estado mexicano, como aquel costoso avión espía, contra los oaxaqueños, en el enfrentamiento entre policía y ciudadanos más grande de la historia del país, donde además, por si fuera poco, triunfó el pueblo. Una de cal. Ay, la Victoria.


Uno advierte que las cosas no han cambiado en las últimas decenas de milenios, pues la Batalla de Oaxaca, el combate popular que ya hizo historia, se resolvió, por ambos lados, a punta de piedrazos. Como pandilleros de barrio hi tec. Como cavernícolas. Este movimiento popular nos muestra la convivencia de temporalidades imposibles: se dice que la APPO es una organización del siglo XXI, con discurso del siglo XIX y armas del neolítico. Al soberbio Superman le llegó su Doomsday. A los dinosaurios del PRI les tenía que llegar su cavernario. Los Mapaches están armados, son cobardes y buscan sangre, roja como sus playeras. Si van en grupo, igual que cuervos forman un crimen, y al menos uno lleva esta prenda distintiva. Y por su corte de cabello, su mirada torva, su actividad indigna, los reconoceréis. Son policías disfrazados, sicarios, paramilitares, y gente servil, extraviada como Judas por 30 denarios. Como en Alemania e Italia fascistas en la primera mitad del siglo pasado, ahora en Oaxaca: Cuidado con Los camisas rojas.


Los Mapaches son negros. El color de la ausencia de color. El color que se roba la luz sin devolver nada. La metáfora del odio, de la ignorancia, del egoísmo. La desaparición forzada de lo que amanece. Reino de cloacas. El corazón siniestro. En suma, los Mapaches (y su radio) representan la victoria de lo feo. Pero ojo: el mapache es negro. Aunque nació del priismo caciquil, no todos los priistas son mapaches. Hay mucha gente valiosa en ese partido. Lo mapache carece de color, de partido, de región o de bando. Está en todos ellos, entreverado. Está en Nosotros. La herencia de cáncer del siglo XX mexicano: una pedagogía multinivel de la corrupción. Muy en el fondo, nos implantaron la ilusión de ser algún día Caciques... No permitamos crecer al pequeño Mapache que todos llevamos dentro.


Arturo Guerrero Osorio

barricada925@yahoo.com

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